Estaba LINO COLUNGA, el ingeniero en mecatrónica examinando en su chip que tiene en el cerebro
y que le muestra el CAJÓN DE LOS CONOCIMIENTOS los asentamientos humanos del México del siglo XIX y
encontró el inicio de una guerra inútil.
De inmediato preparó su MÓDULO DE TRANSFERENCIA CORPORAL
colocando en el equipo de datación la fecha de 26 de Julio de 1847, y en el
equipo de navegación inercial colocó las coordenadas de 20 grados, 41 minutos y
22 segundos de latitud norte, y 88 grados 12 minutos y 06 segundos de longitud
oeste.
De inmediato llegó a
Valladolid, Yucatán y presenció que en la plaza de Santa Ana de esta población
estaban ejecutando al indígena maya Manuel Antonio Ay.
Aprovechando
la experiencia bélica y las armas que habían acopiado en las continuas batallas
que el estado de Yucatán sostuvo con el ejército del gobierno centralista de
México, que Antonio López de Santa Anna había enviado para forzar la reunificación de la
península a México, guerra en la que los mayas habían sido pieza fundamental
para la defensa de la península de Yucatán,
planearon el movimiento rebelde tres líderes indígenas: Manuel Antonio Ay, cacique de Chichimilá; Cecilio Chi, cacique de Tepich, y Jacinto Pat hacendado y cacique de Tihosuco..
En vista de
tales acontecimientos, los otros jefes de la rebelión anticiparon su estallido. Cecilio Chi tomó Tepich, donde dio muerte a todos los vecinos de raza blanca, salvándose solamente uno, que fue a Tihosuco a dar cuenta del hecho. La guerra había comenzado.
El gobierno
actuó rápidamente contra los indígenas, sin discriminación alguna: aprehendió y
sacrificó a los caciques de Motul, Nolo, Euán, Yaxcucul, de Motul,
Chicxulub, Acanceh y otros sitios, pero las poblaciones del sur y el
oriente fueron cayendo en poder de los rebeldes, que dieron muerte a los
habitantes e incendiaron los caseríos.
Los indígenas mayas en lo general
habían sido sometidos religiosa, cultural y físicamente durante los 300 años
que siguieron a la conquista. Existía un férreo control
social en la península yucateca de todos los grupos sociales que no fueran
españoles o criollos. Había algunas zonas de Yucatán,
como en la región de Valladolid,
donde el control social se expresaba con mayor severidad.
Es claro que la población criolla era la que más favorecía dicha
estructura. La estructura que pudiera haberse llamado de castas:
Peninsulares, criollos, mestizos, negros,
y sus diversas combinaciones, persistió, y lo cierto, es que en ese esquema los
indígenas mayas ocuparon siempre el lugar inferior en
la escala social.
Las formas de control social por parte
de la clase dominante, que habrían de refinarse en el resto de México durante el siglo XIX,
se mantuvieron en Yucatán sin ningún problema durante este período. Aunque la esclavitud se había prohibido desde la proclama
de Hidalgo en 1810 se oficializó su prohibición por
decreto presidencial de Vicente
Guerrero en 1829, en Yucatán los
hacendados, particularmente, persistieron en formas de mantener el control y la
esclavitud de sus "acasillados", todos indígenas mayas, que venían de
un régimen de sumisión desde las encomiendas.
Los indígenas eran sometidos, entre
otras formas, por la vía del adeudo. Un indígena nacía y moría en el mismo
lugar; en la hacienda donde trabajaba desarrollando tareas
arduas, se le asignaba un pago bajo, al arbitrio del hacendado. Este pago se
realizaba a través de la tienda de
raya, propiedad del propio hacendado en donde era obligado a
adquirir a precios también arbitrarios, los elementos básicos para su
subsistencia. Ahí se le sometía en forma tal que quedaba sujeto para siempre,
toda vez que el endeudamiento llegaba a ser tan grande que no sólo era incapaz
de pagarlo sino que le era exigible en el momento de querer abandonar la
hacienda.
Después de haber conocido estos
antecedentes de una de las guerras más inútiles del siglo XIX, LINO COLUNGA abordó su MÓDULO DE TRANSFERENCIA CORPORAL y regresó a su bodega en la colonia Martín
Carrera del Distrito Federal.
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